viernes, 16 de marzo de 2012

Historia de un ex-drogadicto

Todavía recuerdo los gritos y quejas de su madre: "¡Ya no puedo más! ¡No tengo más fuerzas! ¡Quiero que esto se acabe ya!" El silencio de su novia era también una queja pero sin palabras. Y es que N había vuelto a recaer. Fue un paso importante el querer hacer el programa que Proyecto Hombre ofrece para poder salir de su adicción a las drogas. Pero era ya la tercera vez que volvía a recaer. Su familia y amigos estaban cansados, no sabían qué hacer. Se agotaban las fuerzas, las ideas, las ganas, los ánimos... la esperanza.
N ya estaba en la última fase, en la de reinserción social; estaba con nosotros en la casa desde hacía un mes aproximadamente. Era un chaval afable, simpático, con un buen humor envidiable... pero era increíble la transformación que surgía tras la consumición. Yo también llevaba poco más de un mes en aquella casa de trabajador social. Y era mi primera experiencia de este tipo; experiencia real me refiero.
Mis compañeros ya habían avisado a la familia que era lógico lo de las recaídas, al igual que la reacción de ésta. Le dijeron una y otra vez que tuvieran paciencia, que entendían que las palabras ahora no servían; pero era importante que N sintiera que tenía a su familia y amigos muy cerca de él. El ambiente familiar y social era un apoyo externo muy importante para N. 
La madre volvía a repetir que ellos querían tener paciencia, esperanza.. pero les resultaba frutrante que volviera a recaer, que N hiciero uso de chantajes emocionales, de mentiras, de robos... para hacer todo lo necesario para consumir. La madre no dejaba de llorar, al igual que su novia que entre sollozos dijo aquella frase: "Haré todo lo necesario para que N se recupere, pero asegúrenme de que va a salir de ésta". Fue cuando uno de mis compañeros le dijo: "Las cosas de la vida que más valoramos y que sabemos que merecen la pena luchar por ellas nunca se pueden asegurar; pero como he dicho, hay que tener la plena convicción de que merece la pena luchar por ellas".
Fue un trabajo arduo, echamos ganas, esfuerzo, ilusión... y sobre todo esperanza. Pero se logró. N pudo salir. Le costó, pero lo logró. Y fue su madre quien hizo la reflexión final:
"Gracias, simplemente gracias, no sólo por mi hijo que doy gracias a Dios por el regalo que nos ha hecho, sino también por lo que me habéis enseñado. No me considero una cristiana ejemplar ni muy practicante, pero he podido ver a Dios en vosotros, y la manera en que Dios actúa en nuestras vidas. 
Realmente somos muy impacientes. Queremos las cosas ya y pronto. No valoramos el valor del tiempo: el tiempo sana, cura, nos da espacio para ver las cosas desde otra perspectiva, nos ofrece nuevas oportunidades. Y así es Dios, como vosotros me lo habéis demostrado. Habéis sido constantes, habéis depositado una y otra vez en nosotros vuestra confianza, al igual que en mi hijo; nunca os habéis rendido, habéis visto siempre la posibilidad del mejor cambio en la persona; a pesar de las contrariedades y de los malos momentos, habéis aprendido de ellos y habéis salido adelante. Y cuando digo "vosotros", también digo "Dios". Ojalá tuviéramos una varita mágica para cambiar las situaciones a nuestro antojo, pero ¿dónde quedaría la libertad y el crecimiento de las personas? ¡Cuántas veces nos hemos quejado que si Dios no hace nada por el hambre en el mundo, por las guerras, por los malos momentos vividos...! Pero no nos damos cuenta de que Dios nos ofrece no una varita mágica, sino la posibilidad para que cada uno de nosotros seamos capaces de cambiar todo esto. Nosotros somos sus manos, sus pies, sus oídos, su boca... ¡Cuánto cambiaría nuestro mundo y nuestras vidas si nos diéramos cuenta de ello! Por todo esto, gracias, SIEMPRE GRACIAS".
He estudiado mucho sobre Dios hasta el día de hoy: que si Teología, que si cursillos, que si retiros, que si Ejercicios Espirituales, que si grupos de fe... Pero ésta ha sido la lección más grande que hasta hoy me han dado de Dios.

Tú mismo.


Hay una historia en la Biblia sobre un hombre llamado Jacob que lucha durante horas en la ribera del río contra un ángel, y al amanecer, el ángel le dice a Jacob: “Déjame ir”. Y Jacob le responde: “No te dejaré ir hasta que me bendigas”. El ángel dice: “Bueno, ¿y cómo te llamas?”
Esta pregunta tiene una historia, Cuando conocemos a Jacob, mucho antes, intenta engañar a su padre para que piense que es su hermano mayor, Esau. Porque en esa cultura y en esa época, el padre le daba la bendición al hermano mayor. Su padre estaba ciego, así que se disfrazó del hermano mayor. El padre, Isaac, se percata de que algo no va bien… Y le pregunta: “¿Quién eres?”. Y Jacob responde…: “Soy Esau”.
Cuando conocemos a Jacob por primera vez en la historia está tratando de ser alguien más, de ser otra persona. Más tarde su hermano Esau se enteró de lo que había hecho, se enfurece, y amenaza con matarlo, así que Jacob se va, huye.
En el Antiguo Oriente tu nombre eran más que palabras. Tu nombre era tu identidad, reflejaba tu carácter, tu sustancia, es decir, aquello que hace que tú, seas tú. Tu nombre decía quién eras.
Así que cuando el ángel le pregunta a Jacob: “¿Cómo te llamas?”, la pregunta que le está haciendo en realidad es…: “¿Quién eres?”… ¿Cuánto de nuestro dolor viene de no saber contestar a esa pregunta?
Depués de su resurrección Jesús está cenando con sus discípulos, y habla con uno de ellos, Pedro, y le da la responsabilidad de guiar a sus seguidores cuando Él no esté. Jesús le dice a Pedro: “Pedro, ve y alimenta a mis ovejas”, un modo de decir, cuida de mi iglesia. Jesús le da a Pedro un llamado, una vocación, algo que hacer con su vida. Y entonces Jesús le dice: “Pedro, sígueme”. ¿Y cuál es la respuesta de Pedro en este momento sagrado entre los dos? Pedro mira a uno de los discípulos y pregunta…: “¿Y él qué?” Y Jesús le dice: “¿Y a ti qué más te da? Tú, sígueme.”
Todos podemos identificarnos con Pedro, cada uno tenemos un camino único, un llamado, una vida que Dios nos ha dado y que nos invita a ser como verdaderamente somos, y aún así nos desviamos, nos distraemos, nos fijamos en cómo somos distintos de ella, no soy como él y nos terminamos haciendo las preguntas equivocadas… “¿Y él qué? ¿Y ella qué? ¿Y ellos qué?”
Hay gente más inteligente, otros tienen más dinero, otros más fuertes, otros tienen un cierto tipo de cuerpo. Así son las cosas, nunca viviremos nuestra verdadera identidad cuando nos comparamos con los que nos rodean.
“Un corazón en paz, da vida al cuerpo, pero la envidia pudre los huesos”. “El resentimiento mata al tonto, y la envidia asesina al simple”.
¿Cuánta vida perdemos cuando nos comparamos, nos medimos y nos juzgamos a nosotros mismos según los que nos rodean? Cuando sentimos celos de lo que alguien más tiene… O de lo que alguien más… Es.
La lucha de Jacob es la lucha de todos nosotros, nos preguntan: “¿Cómo te llamas?” Pero a un nivel muy, muy profundo, en realidad nos están preguntando… “¿Quién eres?”
Tú y yo tenemos pasados, familias, errores que hemos cometido… Y lo que hemos hecho y donde hemos estado es  lo que nos ha convertido hoy en lo que somos. Así que abrazo tu historia, tus antecedentes. No tienes que estar orgullosos de ellos, pero debes reclamarlos porque son tuyos.
Sólo cuando somos dueños de nuestra historia por lo que es, lo bueno, lo malo y lo de en medio, podremos empezar a contestar a la pregunta…”¿Cómo te llamas?”
¿Desearías ser alguien más o algo más? ¿En aquella familia en vez de la tuya? ¿Con aquellas habilidades en vez de las que te han dado? ¿Con ese cuerpo en vez del tuyo? ¿A ti qué más te da?
Ella tiene su camino, él tiene su camino, ellos tienen su camino. Y tú, tienes tu camino.
Todos tenemos limitaciones, hay toda clase de cosas, de gente, que no somos… Quizás por eso dice Jesús: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. ¿Cómo podría yo amar y aceptar a alguien cuando nunca he estado conforme con quien soy yo, y por lo tanto… con quien no soy?
Hay gente que vive toda su vida según las expectativas de los demás, ya sea gente de autoridad, padres… Como si hubiera un guión que ya ha sido escrito por alguien, y lo único que hacemos es actuar… Hay otra gente que da su vida a las esperanzas, sueños, metas y planes de otras personas. Y en ese proceso, su identidad, su vida, se pierden… Y otra gente simplemente está inmovilizada por la culpa o la vergüenza, creen que ya han fallado, que lo han echado todo a perder y que sus errores y fracasos los definen, y viven con la sensación de que nunca serán mejor que eso…
Hay un momento en la ribera del río mientras sale el sol en que Jacob mira al ángel que le ha hecho la pregunta. “¿Cómo te llamas?” Y Jacob responde: “Soy Jacob”. Jacob ya no quiere fingir, no está intentando ser Esau ni nadie más. Jacob está listo para ser Jacob, está conforme con la vida que Dios le ha concedido y es en este momento cuando Dios le llama a su gran misión como padre de una nación. Es como si Dios le dijera: “¿Estás ya listo para ser tú? Porque tenemos un montón de trabajo que hacer juntos”.
De lo que necesitamos que nos salven es de todas esas veces que no hemos sido nosotros mismos, de las veces que hemos intentado ser alguien más, de todas las mentiras que nos hemos creído sobre a quién hizo Dios, cuando Dios nos hizo a nosotros… De todas las veces que nos hemos hecho la pregunta equivocada: “¿Y él qué?” Y no somos capaces de escuchar la voz de Jesús diciéndonos… “Tú, sígueme.”
Ojalá podamos encontrar nuestro verdadero yo, encontrar el camino único que Dios tiene paranosotros, y que en todo este proceso… Nos sintamos cómodos en nuestra propia piel.

jueves, 15 de marzo de 2012

Deseos.

¿Qué necesitas en la vida? Todo el mundo quiere algo, forma parte de la naturaleza humana, siempre buscamos conseguir algo, y cuando lo hacemos, queremos otra cosa, y cuando la conseguimos, otra, y otra, y otra más... ¿Te habías dado cuenta? Es normal, como ya digo forma parte de nosotros mismos... Es un deseo de búsqueda, de motivación, es algo que te mueve a buscar y a esforzarte por conseguir aquello que queremos... Podríamos decir que nuestra vida siempre está en constante movimiento, en un constante deseo de alcanzar un objetivo, una meta, un sueño... Ahora bien... ¿Cuál es tu objetivo? ¿Cuál es esa meta para ti? Si nos paramos a ver hay mucha gente que lo que le motiva es, por ejemplo, conseguir un coche último modelo, una pasada de deportivo con el que pasas por la calle y la gente lo "flipa en colores", por decirlo coloquialmente... Lo consigo... ¿Y después? Pues seguramente la cosa no acaba ahí, el ser humano no puede estar quieto, siempre existe motivación para algo, así que un nuevo deseo surgirá en nosotros... Algo de nuevo vanal, algo que cuando lo consigas te pedirá más...  Pero... ¿Y si ese deseo no fuera conseguir un coche...? ¿Y si fuera algo más trascendental? ¿Algo más importante...? Nos movemos por sueños, por deseos, en el momento en el que los alcanzamos, rápidamente necesitamos otro nuevo para continuar caminando, es lo que en parte podemos decir que le da sentido a nuestra vida, es lo que hace que no nos "aburramos" cuando vivimos. Si el sueño que nos mueve es algo trascendental, pondremos todo nuestro empeño en ello, y generalmente no suelen ser cosas sencillas, son difíciles de alcanzar... Mira a Ghandi, su sueño, su objetivo, su meta era la que le impulsó a actuar como lo hizo, fue la que le dio valor y fortaleza, fue lo que le hizo entregarse a una causa mayor… Los sueños humanos son nuestro impulso más fuerte. Nuestros sueños, son nuestra vida. Ahora bien si conseguimos nuestro sueño más fuerte, el más profundo, el más trascendental…¿ Después qué?  Hay dos tragedias que le pueden suceder a una persona: una, perder su sueño, y la segunda, alcanzarlo…

Disfruta de tu sueño, vívelo intensamente, esfuérzate al máximo por conseguirlo, que sea algo importante, que sea algo trascendente, que te motive, que te haga ilusionarte… Y aunque suene raro, que no llegues a alcanzarlo.

lunes, 5 de marzo de 2012

Sueños.

-¿Qué haces? – preguntó la sombra con curiosidad.
-Estoy perdido – respondió el chico mirando a la luna.
-¿No sabes cómo regresar a casa? – inquirió la sombra.
-No – el chico le dio la espalda – No sé cuál es mi casa, no sé adónde pertenezco ni dónde está mi hogar; no sé qué camino debo tomar ni adónde me llevará. Hay tantos senderos, y siento que ninguno me corresponde – repuso el chico con tristeza.
-Pero debes elegir, no puedes quedarte parado para siempre. Si no eliges un camino nunca llegarás a ningún sitio y nunca tendrás un hogar – le dijo la sombra con sabiduría.
-Es demasiado difícil, tengo miedo. ¿Y si elijo el camino equivocado?¿Y si termino donde no debiese? Me arrepentiré siempre, nunca seré feliz.
-¿Lo eres ahora? – preguntó la sombra volviéndose cada vez más tenue. El chico negó con la cabeza – Entonces no debes tener miedo porque no tienes nada que perder.
-Pero ¿y si eligiendo mal no puedo nunca llegar a ser feliz? – preguntó el chico con gran preocupación.
-Entonces debes elegir bien – contestó la sombra con sencillez.
-¿Cómo sabré cuál es mi camino? – dijo el chico mirando lo poco que quedaba ya de la sombra.
-¿Qué es lo que hace que tu corazón lata más rápido? ¿Lo que te empuja a seguir adelante? ¿Aquello por lo que arriesgarías todo, incluso tu vida, más aún, incluso la posibilidad de ser feliz alguna vez?
El chico sabía qué era aquello a lo que se refería; pero no podía evitar sentir miedo. La sombra se fue disipando, dejando algunas palabras flotar hasta sus oídos:

-A veces debemos arriesgarnos para poder tener lo que queremos, aunque parezca una locura, aunque parezca imposible. Porque aunque no lo consigamos, el arrepentimiento que sufriremos no será nada comparado con el que hubiésemos sufrido al saber que podíamos haber hecho algo y no lo hicimos.

JG